Nació Copérnico en Thorn, Polonia
(1.475-1.543), estudió matemáticas, filosofía y medicina en Cracovia junto a
Jean de Glogau y Albert Brudzewski, conocidos astrónomos y astrólogos. Nicolás
Copérnico asistía a los cursos de Girolamo Fracastoro.
En 1.496, siguió sus
estudios en Italia y obtuvo el doctorado de derecho canónico en la universidad
de Ferrara.
Tenía predilección por la astronomía y su profesor, Doménico María
da Novara, le animó para hacerlo.
Durante más de catorce siglos, el sistema geocéntrico,
que indicaba que la Tierra
era el centro del universo, fue defendido por la ciencia y nadie se atrevió a
poner en duda esta teoría avalada por las apariencias, Aristóteles y la Iglesia. Cierto es
que algunos sabios griegos aseguraban en sus hipótesis que la Tierra giraba alrededor de
su eje y que se trasladaba sobre un plano inclinado alrededor del Sol, pero
esta hipótesis no tuvo aceptación alguna.
La astronomía antigua disponía de dos teorías
planetarias: la teoría de Eudoxo, que proponía que los planetas estaban fijados
a esferas homocéntricas, y la teoría sostenida por Hiparco y Ptolomeo, que
utilizaba círculos diferentes y epiciclos para explicar el movimiento irregular
de los planetas.
El vienés Peurbach, (1.475-1.461), buscó conciliar las dos teorías
dando a las órbitas tal espesor que el planeta encontraba lugar con sus
epiciclos. Girolamo Fracastoro, médico y astrónomo que enseñaba en Padua,
intentaba explicar las irregularidades de los movimientos planetarios usando
hasta 79 esferas.
Copérnico se inspiró en las ideas de Platón y pensó
que el Creador había concebido un sistema simple y armonioso cuyos elementos
formaban un TODO en lugar de un sistema artificial cuyas partes se estorbaban
unas a otras. Observando las apariciones y desapariciones de Mercurio y Venus
quedó fortalecida mucho esta opinión. Numerosos pensadores ya imaginaron que
estos dos planetas tenán como centro el Sol.
En Frauenbur, donde Copérnico era canónico de la
catedral desde 1.510, nació su sistema heliocéntrico, fruto de treinta años de
observaciones y de reflexiones. En su capítulo X De las revoluciones de las
órbitas celestes, establecía una relación entre su sistema y algunos conceptos
astrológicos, citando para ello a Hermes Trismegisto. Se puede ver que el simbolismo
del Sol, soberano, rey, león, corazón y espíritu, el pensamiento de una
dirección central, le era familiar.
Copérnico atribuía tres movimientos a la Tierra : uno alrededor de su
eje, uno alrededor del Sol y un movimiento oscilatorio del eje terrestre
alrededor del polo eclíptico al que todavía se añadían dos movimientos
secundarios.
Con todo esto, Copérnico esperaba haber explicado suficientemente
la revolución diurna del fimamento, el movimiento de los planetas, incluida la Tierra , y el movimiento de
la precesión de los equinoccios. En el nuevo sistema, cambiaban pocas cosas: se
conservaba la antigua estructura, solamente el Sol y la Tierra cambiaban de lugar y
en vez de 79 esferas, con 34 círculos explicaba toda la estructura del
universo.
Este resultado, redactado durante los años 1.510 a 1.514 y conocido
por numerosos matemáticos, fue recibido con un silencio glacial por la extraña
idea de que la Tierra
pudiera girar. Lleno de amargura, Copérnico se retiró a su torre de Frauenburg
decidido a no publicar nada más.
El astrólogo Georg Joachim von Lauchen,
llamado Rheticus, estudió la doctrina copernicana. Copérnico, amargado, aceptó
gustosamente que su teoría se propagara de boca en boca y confió a Rheticus su
manuscrito, quien lo volvió a copiar, lo preparó para su impresión, obtuvo del
rey de Sajonia y de Polonia la autorización para imprimirlo y reunió los fondos
necesarios para pagar al impresor.
El 25 de mayo de 1.543, día de su muerte, Copérnico
recibió el primer ejemplar de la obra, De revolutionibus orbium coelestium, en
su lecho de muerte. Había dedicado su obra al papa Pablo III. En él, presentaba
el sistema de Copérnico como una hipótesis. Si no era creíble en su totalidad,
sí era válida para los cálculos, mientras que Copérnico estaba convencido de la
realidad de la rotación de la
Tierra al igual que lo estaba de la verdad de la Astrología.
Pero si no
hubiera estado nunca atraído por la Astrología , jamás hubiera confiado su manuscrito
a su discípulo Rheticus de quien conocía su interés por la Astrología ni tampoco
hubiera aceptado las obras astrológicas que Rheticus le dedicaba.
El sistema de
Copérnico fue rechazado con indignación tanto por los católicos como por los
protestantes fieles a la
Biblia.
El nuevo sistema fue aceptado lentamente y con
reticencia en medios científicos, siendo pioneros los astrólogos.
Sin embargo,
Tycho Brahe, no encontró esta teoría satisfactoria.